lunes, 12 de mayo de 2008

La esclavitud durante el Virreynato


Los primeros negros que llegan al Perú vienen formando parte de las expediciones españolas de Conquista. Desde finales del S. XV, los marinos andaluces incluían en sus tripulaciones a esclavos negros. Y es así como éstos participaron en la conquista y ocupación de los nuevos territorios descubiertos. El cronista Cieza de León nos cuenta que en la tercera expedición de Pizarro venía un negro que descendió a tierra en Tumbes y que, con Alonso de Molina, acompañó al curaca de la región hasta su pueblo. Y narra que los naturales le tenían espanto al negro, que lo miraban y remiraban y querían lavarlo para ver si era su color natural o una pintura que se había puesto encima, mientras que el negro se reía “echando sus dientes blancos de fuera” dice muy descriptivamente el cronista. Y no era ciertamente el único porque el mismo Cieza, al describir las peripecias de Almagro tratando de atravesar la cordillera por las cumbres nevadas, relata vívidamente los terribles sufrimientos que pasó la expedición y agrega que “heláronse algunos negros y muchos indios e indias”.

Las razones para impulsar la importación de esclavos en las tierras del Nuevo Mundo son básicamente dos. De un lado, la necesidad de contar con mano de obra para la explotación de las minas centroamericanas, debido a que las poblaciones indias habían sido diezmadas a causa de las enfermedades traídas de Europa. De otro lado, encontramos una razón paradójica, cuya honestidad resulta muy difícil de aceptar. Se sostiene que hay que traer a negros de África por motivos humanitarios, ya que los indios son muy débiles y no se pueden acostumbrar al trabajo rudo e intenso que la civilización exigía de ellos. En las primeras décadas del S. XVI, España autoriza formalmente la importación de esclavos negros y otorga licencias a los españoles para que compitan con los portugueses en la trata.
Los primeros negros que llegan al Perú vienen formando parte de las expediciones españolas de Conquista. Desde finales del S. XV, los marinos andaluces incluían en sus tripulaciones a esclavos negros. Y es así como éstos participaron en la conquista y ocupación de los nuevos territorios descubiertos. El cronista Cieza de León nos cuenta que en la tercera expedición de Pizarro venía un negro que descendió a tierra en Tumbes y que, con Alonso de Molina, acompañó al curaca de la región hasta su pueblo. Y narra que los naturales le tenían espanto al negro, que lo miraban y remiraban y querían lavarlo para ver si era su color natural o una pintura que se había puesto encima, mientras que el negro se reía “echando sus dientes blancos de fuera” dice muy descriptivamente el cronista. Y no era ciertamente el único porque el mismo Cieza, al describir las peripecias de Almagro tratando de atravesar la cordillera por las cumbres nevadas, relata vívidamente los terribles sufrimientos que pasó la expedición y agrega que “heláronse algunos negros y muchos indios e indias”.

Las razones para impulsar la importación de esclavos en las tierras del Nuevo Mundo son básicamente dos. De un lado, la necesidad de contar con mano de obra para la explotación de las minas centroamericanas, debido a que las poblaciones indias habían sido diezmadas a causa de las enfermedades traídas de Europa. De otro lado, encontramos una razón paradójica, cuya honestidad resulta muy difícil de aceptar. Se sostiene que hay que traer a negros de África por motivos humanitarios, ya que los indios son muy débiles y no se pueden acostumbrar al trabajo rudo e intenso que la civilización exigía de ellos. En las primeras décadas del S. XVI, España autoriza formalmente la importación de esclavos negros y otorga licencias a los españoles para que compitan con los portugueses en la trata.



La resistencia de los negros en el Peru


Los caminos de la libertad para los descendientes de los africanos en el Perú encontraron en el siglo XIX formas que manifestaban la resistencia al sistema, como la fuga que daba lugar al cimarronaje y bandolerismo; la manumisión muchas veces costaba al esclavo el trabajo laborioso de muchos años para pagarla de su propio peculio.Así llega el aporte cultural africano a la sociedad colonial. Hubo expresiones de protesta y resistencia en forma de motines, rebeliones y conspiraciones, desde 1626. Luego, con el advenimiento de la Emancipación se inició el proceso legal de la abolición gradual de la esclavitud, hasta el decreto del presidente Ramón Castilla del 3 de diciembre de 1854 que daba la libertad a los negros.








El grito de libertad finalmente en sus costas se oyó…


El Presidente Constitucional de la República era por entonces el General Don José Rufino Echenique, elegido en 1852. Pero en 1854, el General Ramón Castilla, en alianza con el político civil Domingo Elías, se levantaron en armas. Es en estas circunstancias que Echenique, siguiendo una línea que ya había sido empleada en las Guerras de la Independencia, ofrece la libertad para todos los esclavos que peleen por el Ejército constitucional. Castilla indica que su revolución tiene por objeto reconocer y garantizar “los derechos de la humanidad oprimida, explotada y escarnecida con el tributo del indio y con la esclavitud del negro”. Consecuente con ello y con gran habilidad política, asumiendo el carácter de Presidente Provisorio, retruca la oferta de libertad de Echenique diciendo que se está induciendo al esclavo a dar por rescate su vida en una guerra civil que no puede comprender, dado que nunca le dejaron adquirir ideas políticas durante su servidumbre. En consecuencia, restituye, sin condición alguna, la libertad de todos los esclavos y siervos-libertos, en general.

Y así el anhelado grito de libertad, al que se refiere el Himno Nacional, finalmente se oyó en las haciendas de la costa del Perú.